Por: Adolfo Hugo Flores
Introducción:
El año era 1986, tenía 16 años y estaba en pleno proceso de postulación a la universidad. En medio del invierno peruano, se avecinaba un evento que prometía ser inolvidable: el estelar de la Feria del Hogar. Había estado ahorrando durante meses para comprar mi pase permanente, con la firme intención de ver en vivo y en directo a la estrella de todas las épocas para mi generación, Héctor Lavoe. Si bien hablar de él no es algo nuevo, la experiencia personal que viví en ese concierto es una memoria imborrable para cada uno de los asistentes que compartieron ese momento.
El Recuerdo de Héctor Lavoe en Lima:
En aquel entonces, vivía con una emoción desbordante por la llegada de mi ídolo. Mi conocimiento sobre él era limitado, y la información que tenía provenía de una columna en el diario "Extra" escrita por el legendario Don Carlos Loza, más conocido como "Caribe Soy". Los seis días de conciertos de Héctor Lavoe se aproximaban y yo estaba preparado. Aunque ya había escuchado a grandes como Oscar de León, mi madre regañó mi desaparición momentánea cuando fui a escucharlo por primera vez a mis cortos 12 años. Mi amor por la salsa siempre fluía en mis venas; era una herencia cultural y musical que sentía profundamente.
El Encuentro Tan Esperado:
Finalmente, llegó el día esperado en el que Héctor Lavoe se presentaría en Lima. La hora señalada era las 8 pm. Mi grupo de amigos del colegio, los pocos que se animaron a asistir, y yo especulábamos sobre su llegada. Apostamos con algunos veteranos salseros del Jibarito, quienes afirmaban que Lavoe no aparecería a tiempo y que se había extraviado por alguna calle del Callao. Uno de esos veteranos me sugirió que tomara un poco de ron para combatir el frío. Aunque dudé, ya que nunca había probado licor antes, finalmente accedí. Mis amigos me apoyaron, ya que eran más experimentados en ese sentido. Así, entre el calor del ron y la expectativa creciente, llegó el momento tan esperado.
La Memorable Experiencia en el Concierto:
Cuando Héctor Lavoe finalmente subió al escenario, quedé completamente paralizado. No podía creer lo que estaba viendo. No sabía si aplaudir, gritar o llorar. Tan solo bastó que abriera la boca para convencerme de que era real. No era un disco en reproducción, era el ser humano, el cantante, con su potente registro vocal destrozando las emociones de todo el público. Cada canción, cada tema, los escuché con atención y pasión. Aunque fui solo en varias ocasiones, me encontraba rodeado por muchos amigos y por los veteranos del Jibarito. Quizás algunos de ellos forman parte hoy de la cofradía de la salsa.
La Despedida y el Legado Eterno:
La partida de Héctor Lavoe fue un golpe duro para mí. Estaba en un bar cerca de la universidad con mi amigo Dario, el único que compartía mi fanatismo por Lavoe, cuando la radio dejó de sonar. Fue Radio Mar quien nos dio la triste noticia. Estábamos tan embriagados que nuestras lágrimas parecían ser de cebada en lugar de humanas. Mi duelo duró una década, durante la cual evité la salsa por completo. Sin embargo, tras escuchar nuevamente a Héctor, mi duelo musical llegó a su fin.
Conclusión:
El recuerdo de Héctor Lavoe perdura en mi corazón, así como en el de tantos otros. Su música sigue siendo una fuente de inspiración y emoción, conectando generaciones y trascendiendo el tiempo. Aquel concierto inolvidable en Lima, el encuentro con mi ídolo y las emociones compartidas con amigos y amantes de la salsa se mantienen vivos en cada acorde y cada nota que resuenan en mi memoria. Héctor Lavoe se fue, pero su legado musical continúa latiendo en el corazón de todos aquellos que alguna vez fueron tocados por su voz y su pasión.