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sábado, 14 de junio de 2008

Portuondo, Bethania y las razones de un encuentro fructífero

“Tenemos mucho en común, no sólo la tradición musical”

Las dos cantantes se confiesan admiradoras de la otra y definen al trabajo en estudio y la gira que realizaron por Brasil como una experiencia inolvidable: “Eso es lo bello de la música, todos se abrazan en un gran abrazo”.










Por Karina Micheletto (Tomado de Página12, Bs. As., Argentina)

Se conocieron personalmente en un show de Omara Portuondo en Canecao, y enseguida se volvieron fans una de otra. La idea apareció rápidamente, aun sabiendo que sería de difícil concreción: grabar un disco que reuniera a estas dos grandes voces de Cuba y Brasil. Así surgió Omara Portuondo Maria Bethânia, un disco de factura exquisita, donde el repertorio popular brasileño y el cubano, el portugués y el español, se entrelazan con delicadeza en un acercamiento diferente. Ahora estas dos señoras cantantes llegan a mostrar ese trabajo en Buenos Aires: será esta noche, a partir de las 21, en el escenario del Luna Park.

Las dos se escuchan felices –así se las escucha también en el disco–, cada una admiradora declarada del trabajo de la otra, y eso es lo que se encargan de repetir en diálogo con PáginaI12, de distintas maneras y en distintos pasajes de la charla. Vinieron antes por separado a la Argentina en varias ocasiones. En el caso de Omara Portuondo, fueron dos visitas, que recuerda en detalle con cariño: una en medio de la explosión del fenómeno Buena Vista. La otra, muy anterior, donde llegó a cantar con Aníbal Troilo. En medio de la celebración de sus 60 años de carrera, dice que tras este viaje a la Argentina “no piensa perder la pista”: ya empieza a pensar en la gira de su nuevo disco, Gracias, que tiene el nombre del tema que hizo especialmente Jorge Drexler, que además canta con ella en el disco.

Es la cubana la que se adelanta a narrar con entusiasmo la historia de la gestación del disco: “Fue la misma Maria Bethânia la que me propuso hacer el disco, en aquella visita que yo hice al Brasil. Tuvimos un encuentro, un almuerzo que propuso ella en un restaurante muy lindo, estuvimos hablando mucho y de todo, pero sin que quedara nada en concreto”, cuenta. “Pero por supuesto que secretamente, después de aquel encuentro, yo aspiraba a poder cantar algún día junto a ella. Digamos que era como un sueño no expresado. Una vez que Maria lo decidió, se comunicó con los productores, las agencias de trabajo, las oficinas en Cuba, mi hijo, que es mi representante. ¡Cuando me dijo que íbamos a tener un disco ya! ¡Uy, qué emoción, Dios mío! Y allí fuimos a grabar al Brasil, con mi familia, mi hijo, su esposa y niño. Fue una de las cosas más hermosas que me pasaron. Y luego las presentaciones en Brasil, también, algo hermoso. Anduvimos por todas partes, conocí partes del Brasil que no conocía, aprendí mucho en lo que llevamos de gira.”

–¿Y por qué la eligió a Omara Portuondo para este encuentro, qué escuchó de especial en ella?

Maria Bethânia: –Doña Omara es una de las más grandes cantoras que conozco, porque tiene una musicalidad especial, una inteligencia musical poco común. Yo tengo un poquito de eso, algo de lo que puedo enorgullecer, ¡Pero doña Omara tiene más, mucho más! Lo primero que llama la atención en su música es su frescura, ella puede cantar canciones tradicionales antiquísimas, pero hace una música joven.

Omara Portuondo: –¡Imagine lo que es para mí que esta señora ande diciendo todas estas cosas de mí! (risas). Yo la había conocido en Cuba, en un festival internacional al cual asistió. De esto hace muchísimos años, le estoy hablando de los ’70, algo así. Para mí fue una cosa deliciosa, quedé muy impresionada cuando la escuché en vivo. Desde entonces, mi admiración por ella es total. Y ahora que conozco cómo trabaja, la admiro más todavía: ella fue la que armó todo, seleccionó todas las canciones, investigó, buscó en Internet, todo.

–¿Cómo fue haciendo este trabajo de selección del repertorio, cómo aparecieron las canciones que mejor se ajustaban a la idea del disco?

M. B.: –Me tomé mi tiempo, como me lo tomo siempre, esa es la parte que más me gusta de todas las grabaciones. El trabajo de búsqueda del repertorio es una etapa de aprendizaje, de conocimiento, en este caso mayor, porque fui a buscar también entre los poetas cubanos. Así salieron descubrimientos muy bellos, como “Palabras”, el tema que Doña Omara me hizo escuchar de la poeta Marta Valdés, que enseguida me sonó para sumar a “Palavras”, de Gonzaguinha. Así fuimos buscando entre la música que hacía Omara en los ’50, que fue una época muy rica en la música cubana, y lo mismo con la del Brasil. Pero todo esto no fue un trabajo en el sentido tradicional del término: estuve encantada de hacer este disco, fue más bien un placer. Por eso salió todo con bastante rapidez, a pesar de que era un emprendimiento medio loco, donde había que reunir no sólo músicos cubanos y brasileños, también canciones en dos lenguas diferentes. Como todo lo que se hace con gusto, salió fantástico.

–En el DVD que acompaña al disco se ven varios momentos donde ustedes se emocionan, en diferentes situaciones de la grabación. ¿Recuerdan algún momento en especial?

O. P.: –A mí me emocionaba el solo hecho de estar allí grabando, cumpliendo ese sueño secreto mío. Es que la admiro mucho a Maria, desde la primera vez que la vi en Cuba, y además pasó mucho tiempo hasta que se pudo concretar la idea, por eso era una mezcla de cosas. Sinceramente, yo no creí que se iba a poder lograr... Es decir, hay cosas que uno anhela pero se las guarda, son anhelos secretos, personales. No se lo dice a nadie, pero resulta que un día ocurren.

M. B.: –Yo recuerdo haberme emocionado mucho al hacer “Menino grande”, que es una canción que aprendí a cantar con mi madre. Así que ahora, al cantarla con Doña Omara era como que repasaba mi vida, la forma en que me fue legada la música en mi casa, cómo aprendí música a través del amor. Eso me conmovió. Cuando surgió este trabajo, yo enseguida pensé en incluir una nana, una canción de cuna, intuitivamente, no sé explicar muy bien el motivo. Fue la primera cosa que le dije a Doña Omara, ella me habló de “Nana para un suspiro”, yo recordé “Menino grande”, y a partir de ahí surgió todo lo demás, todo el disco.

–¿Hubo algo particularmente difícil en la grabación?

O. P.: –Cantar en portugués. Es que yo siempre tengo que leer los textos cuando canto, igual que Silvio o Pablo, de quienes tengo cosas en mi repertorio. Siempre tenemos las letras delante, porque nos metemos mucho en las líneas melódicas. Entonces, de repente puede ocurrir que estás tan ensimismado en lo que estás cantando que se te va la letra. Por eso yo siempre leo todas las letras en mis actuaciones. Y, en este caso, además, hay otro motivo: estoy disfrutándola además a ella. ¿Entiende? Estoy siguiendo su voz, tan maravillosa.

M. B.: –Para mí, Doña Omara lo hizo todo muy fácil. Ella captó inmediatamente la idea, enseguida entendió que no se trataba de sumar una lista de temas mitad brasileños y mitad cubanos. No, la idea era buscarle una manera original de expresión, las cosas de las que íbamos a hablar eran otras, los arreglos también. Y así lo hicimos.

–Bethânia tiene fama de ser muy estricta y meticulosa en su forma de trabajo en estudio. ¿Cómo se adaptó cada una al ritmo de la otra?

O. P.: –Esa fama que tiene es bien ganada, así es ella. ¡Y así debe ser, está muy bien! Su manera de trabajar es coherente con su manera de ser como persona: es una mujer trabajadora. Por eso es que yo la respeto tanto, no sólo por lo excepcional de su voz. Y sí, es estricta, todo lo piensa muy bien, tiene mucha disciplina, trabaja en forma muy detallista en cada tema, así fue seleccionando todo el material. Y también arma así la puesta, lo podrán constatar cuando nos vean. Además es una gente sencilla. Bueno, como debe ser, ¿verdad? Es que a veces uno se acostumbra a otra cosa con los artistas, pero no debería ser así. Ella tiene un buen corazón, y tiene también buen olfato.

M. B.: –Fue doña Omara la que tuvo que adaptarse a mí... ¡Así que yo no tuve problemas! Pero atención, no trabajamos con prepotencia, éste es un proceso creativo conjunto. Pero como tanto mis músicos como los técnicos de grabación conocen mis formas de trabajo, todo fue muy ágil. El show es completamente diferente al disco, nos tomamos otras libertades. Yo hago también algunas canciones mías, y luego ella tiene tiempo para hacer la parte principal de su show.

–Las ligazones entre la música cubana y la brasileña aparecen muy claramente en este disco. ¿Eran tan obvias para ustedes antes de grabar, o las fueron descubriendo al grabar?

M. B.: –En lo más profundo no eran tan obvias, hubo mucho de descubrimiento. Por supuesto, ya sabemos que Cuba también es negra, pero investigando para este trabajo descubrí, por ejemplo, que los esclavos que llegaron a Brasil y a Cuba tienen los mismos orígenes, provienen de las mismas regiones, básicamente, de Angola. La matriz musical es la misma, africana y europea, aunque los ritmos son diferentes, con las particularidades de cada swing. Pero tenemos en común culturas musicales muy fuertes y con una ligazón importante vía Africa.

O. P.: –Además de tener la fortuna de tradiciones musicales tan ricas como las nuestras, tenemos muchos puntos en común. Eso es lo bello de la música, todos se abrazan en un gran abrazo, como dijo Martí, nuestro poeta nacional.

–¿Se les ocurre alguna mujer cantante de la música latinoamericana con la que les gustaría concretar otro encuentro como éste?

M. B.: –Sinceramente, no podría hacerlo. Reconozco que hay una enorme riqueza en las cantantes femeninas de América, pero me resultaría imposible volver a hacer otro plan de trabajo con otra colega. Para hacer este CD dejé muchos proyectos postergados, y después de terminar este viaje con Doña Omara, quisiera poder volver a dedicarles mi tiempo. A lo mejor la gente no se da idea del nivel de compromiso que implica subirse a un escenario. No es algo sencillo para nada. No por ninguna pretensión de precisión, de técnica, de “profesionalismo”. Es porque yo veo al escenario como un territorio sagrado. Y no todos mis colegas comparten esta idea. Toda la exigencia, el nivel de dedicación que pongo en mi trabajo, tiene que ver con esta convicción: el escenario, para mí, es realmente sagrado.

O. P.: –Entiendo lo que dice Maria, y doy fe de que es así, pero a mí sí se me ocurre otra colega posible: Mercedes Sosa. “Maria Bethânia, Mercedes Sosa y Omara Portuondo”, ¿se imagina lo que podría llegar a ser eso? ¡Figúrese, qué belleza! Esa mujer tiene una voz extraordinaria, un don. Me da una gran alegría saber que hoy sigue cantando, que está de nuevo bien de salud. Si hay alguna manera de enviarle mis saludos, por favor, hágalo. Es mi otra cantante admirada.

1 comentario:

koky dijo...

Amigos les envío una nota critica del Cd de estas grandes de musica de nuestra América, aparecido en el diario El País, de España.
Saludos,

Koky Vega

Omara y Bethânia, "hijas del mismo negro"

CARLOS GALILEA
BABELIA - 24-05-2008

Son dos de las grandes voces de América Latina. Una canta en español y la otra en portugués. La cubana Omara Portuondo, de 77 años, es la maravillosa cantante a la que se le escapaba una lágrima tras cantar a dúo con Ibrahim Ferrer en la película de Wenders Buena Vista Social Club; la brasileña Maria Bethânia, de 61, es la extraordinaria intérprete que se agiganta en un escenario. "La voz de Maria Bethânia tiene un color, una densidad, una seguridad, una sutileza: ella nos colma", dice Omara, fascinada desde que la escuchó cantar en 1986 en Varadero. Para la brasileña, Omara "tiene una musicalidad, una inteligencia, una comprensión musical que no es muy común". Como dice la nota de la discográfica, "son hijas del mismo negro. Juntas promueven el reencuentro del trazado evolutivo de dos pueblos siameses, que tienen en la música la manifestación más contundente del autoconocimiento".

Estrenaron estas canciones en el Canecão de Río de Janeiro en marzo y desde entonces las han llevado de gira por diez ciudades de Brasil y por Argentina y Chile. En el disco -se grabó antes de que iniciaran los conciertos- se echa en falta algo más de interacción entre estas dos voces que se buscan -sólo cantan juntas en cuatro de los once cortes-. Comparten el lirismo de Para cantarle a mi amor, de Orlando de la Rosa, en la que la hermana de Caetano Veloso se expresa en español, la vitalidad de Tal vez, de Juan Formell, líder de los Van Van, y la resultona Marambaia, en la que Omara se atreve con el idioma portugués. Y repite en el dúo de Você ('Penas do Tiê'), que trae esa temática rural que Bethânia tanto ama y con la que las dos se despiden en Caipira de fat'o y El amor de mi bohío.

Espectacular el comienzo con una canción de cuna, Lacho, y la voz de Omara Portuondo acompañada por un cajón que recalca la raíz africana de las músicas de Cuba y Brasil. Aunque el tono intimista e introspectivo del registro lo dan el bolero y el repertorio de la década de los cincuenta. Mil congojas ("Prefiero una y mil veces que te vayas", canta Omara) a lo que Bethânia responde con un refinado Arrependimento, de Dolores Duran, que trata también de decepciones amorosas. Y un poema de Dulce María Loynaz introduce Palabras, de Marta Valdés, que canta la cubana, y Palavras, de Gonzaguinha, en la voz de la brasileña.

Biscoito Fino resulta un disco delicado y sentimental, por momentos conmovedor, del que cabía esperar más. En la edición especial, un DVD permite revivir momentos de la grabación.