Noveles artistas midieron su versatilidad en Jojazz, un concurso que deviene importante plaza para mostrar lo mejor de un movimiento musical que se distingue también por sus más nuevos cultores
Por : Yelanys Hernández Fusté
Diario Juventud Rebelde
Un grupo de jóvenes llenaron con una manera particular de hacer música el escenario del Teatro Mella, del 25 al 28 de noviembre. Se presentaron en agrupaciones o como solistas. Todos con un mismo deseo: participar en el Concurso Internacional de Jóvenes Jazzistas Jojazz 2010.
Estos muchachos, en su mayoría provenientes de las escuelas de música, coinciden en la capital por estas fechas de noviembre para mostrar su destreza a la hora de interpretar o componer en el género.
Estos muchachos, en su mayoría provenientes de las escuelas de música, coinciden en la capital por estas fechas de noviembre para mostrar su destreza a la hora de interpretar o componer en el género.
Es ya habitual el espacio —13 ediciones anteriores lo avalan—, por lo que el certamen se perfila como uno de los más importantes para incentivar el movimiento de noveles músicos cultores del género en nuestro país.
Fue precisamente a Orlando López (Cachaíto), uno de los más virtuosos contrabajistas de la Isla, que los más nuevos hicieron reverencia. Cachaíto fue miembro de una familia de grandes músicos. Su huella la dejó inscrita en varias orquestas como la Cubana de Música Moderna, la del Buena Vista Social Club y la Sinfónica Nacional, entre otras.
También al contrabajo como instrumento se le rindieron honores. Es que la importancia del bajo en el jazz es enorme. Así lo explicó hace solo un mes, en ese mismo escenario del Mella, Wynton Marsalis, el reconocido trompetista estadounidense. Marsalis decía ante un público colmado de estudiantes que ese instrumento «camina» dentro de esa música y nos hace sentir el pulso del corazón.
Al calor de la competencia
En esta ocasión Jojazz continuó su tradición e invitó a los participantes a medirse en sus dos importantes apartados: interpretación y composición. Esta vez fueron 12 composiciones las que aspiraron al premio. La Contradanza de mí..., de Leonardo Fa-bián Gil, se llevó el primer lauro en el apartado; seguida muy de cerca por Orientalismo, de Eduardo Barruetabeña, y de Wake up, de Alejandro Meroño.
La versatilidad mostrada en la interpretación por Rosiel Alejandro Suárez le valió el máximo galardón del certamen en la categoría de menores; a la vez que Alejandro Meroño se alzó con el palmarés entre los mayores. Mientras, entre las agrupaciones de pequeño formato, el jurado otorgó un premio compartido al quinteto Ta’ Bueno Jazz y al William Roblejo Trío.
Pero más allá de los reconocimientos, Jojazz exhibe la capacidad creativa de los noveles artistas. Porque es este «un festival de jóvenes que hacen buena música para todos los gustos», como afirmó en la gala inaugural, el pasado 25 de noviembre, Alexis Vázquez, presidente de su Comité Organizador.
Jojazz, aseguró Vázquez, reúne a la «nueva hornada de jóvenes músicos que hace varios años han estado buscando un espacio dentro de la música popular, de la de concierto, y dentro del movimiento jazzístico. Se puede hablar de un antes y un después en esa movimiento gracias al concurso.
«Ya no hay festival del género donde no haya un Jojazz. Por eso para nosotros es un verdadero ho-nor tener este evento», señaló Vázquez justo después de que el prestigioso cuarteto de Stefano Di Battista, de Italia, dejara el escenario del Mella.
Esencialmente el concurso evalúa, en el caso de la interpretación, el nivel de madurez que han adquirido los competidores. Orlando Sánchez (conocido como Cubajazz), presidente del jurado en ese apartado, señaló que existen dos vías para ello: «la información, que todavía es escasa, y la formación académica, que en este caso todavía es clásica pues no hay una asignatura que incluya al jazz ni a la música popular en general.
«El lenguaje que se mide aquí es todavía muy particular pues se mira el interés de los jóvenes por el género. De ahí que vemos el nivel de madurez y de conocimiento de los diferentes estilos».
Orlando Sánchez, quien ha adquirido experiencia al integrar por varios años los jurados de composición, afirmó que a la hora de emitir un veredicto el tribunal analiza los mismos parámetros que en los de interpretación.
Además, el artista sostiene que «Jojazz es una idea feliz y ha contribuido a organizar el movimiento que siempre ha existido en el país».
Un concurso imprescindible
Para Alexis Bosch, presidente del jurado de composición, Jojazz «ha determinado mucho en los jóvenes jazzistas. Es un cónclave donde una vez al año ellos se pueden reunir y mostrar lo que saben», precisó a Juventud Rebelde.
Sobre la complejidad de interpretación del género, Bosch apuntó que «después de la música clásica, hoy en día es el que mayor nivel técnico necesita para ser interpretado». Alexis inclina su balanza hacia el lado positivo al evaluar el interés de los más nuevos en tocar jazz. «A pesar de no contar con una Cátedra, están bien orientados. En Camagüey se está tratando de lograr (la idea de contar con una). Hace falta que empiece a materializarse en todas las escuelas de arte», expresa.
Bosch, quien tiene su propio proyecto jazzístico, ha participado junto a conocidos exponentes del género en algunas estrategias para dotar de conocimientos académicos a los jóvenes.
«Se han hecho algunos intentos. Hace unos años Chucho Valdés, Giraldo Piloto, Orlando Sánchez y otros músicos impartimos algunas clases en el ISA. Ahora lo más parecido a ello es la Big Band de Joaquín Betancourt, que constituye tremenda escuela. Es una práctica de conjunto, ya que estas orquestas son la expresión de un formato de mayor cantidad de músicos. Es como la sinfónica del jazz», puntualiza Bosch.
Por lo pronto, concursar en Jojazz deviene aliciente para quienes se inician en el género. Verse en escena, mostrar sus composiciones o su manera de tocar, es definitivamente un buen comienzo para estos instrumentistas.
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